Asociación de Coaching Femenino

Ética

Código de Ética – Asociación de Coaching Femenino ACF

Principios y compromisos profesionales del Coaching Femenino

La Asociación de Coaching Femenino ACF establece este Código de Ética como base fundamental para el ejercicio responsable, profesional y transformador del Coaching Femenino. Nuestro compromiso es promover la excelencia en todas las formaciones, prácticas y procesos vinculados a la ACF, fomentando una cultura de integridad, cuidado, autonomía y empoderamiento femenino.

Este código define los principios éticos, los deberes profesionales y las normas de conducta vinculantes para todas las Coaches Femenino certificadas, en formación o en representación de la ACF. Su cumplimiento es obligatorio y refleja nuestro compromiso colectivo con la legitimidad, la responsabilidad y la dignidad de esta profesión.

Finalidad y alcance

En coherencia con los valores fundacionales de la ACF, este Código de Ética tiene como finalidad:

  • Establecer un marco claro y consistente de referencia ética.
  • Proteger los principios fundamentales de la profesión del Coaching Femenino.
  • Regular la conducta profesional en cualquier tipo de interacción vinculada al coaching.
  • Reforzar la confianza en el rol de la Coach Femenino y consolidar la calidad de su desempeño.
  • Promover el respeto, la equidad y la justicia como valores esenciales en la práctica profesional.

Este código es aplicable a todas las Coaches Femenino que integran, representan o participan en actividades promovidas por la ACF, ya sea en contextos individuales, grupales, comunitarios o institucionales.

Principios y compromisos profesionales del Coaching Femenino

La Asociación de Coaching Femenino ACF establece este Código de Ética como base fundamental para el ejercicio responsable, profesional y transformador del Coaching Femenino. Nuestro compromiso es promover la excelencia en todas las formaciones, prácticas y procesos vinculados a la ACF, fomentando una cultura de integridad, cuidado, autonomía y empoderamiento femenino.

Este código define los principios éticos, los deberes profesionales y las normas de conducta vinculantes para todas las Coaches Femenino certificadas, en formación o en representación de la ACF. Su cumplimiento es obligatorio y refleja nuestro compromiso colectivo con la legitimidad, la responsabilidad y la dignidad de esta profesión.

Ejercicio profesional del Coaching Femenino

La Coach Femenino ejerce su rol desde un posicionamiento profesional y ético claramente delimitado. No es terapeuta, mentora, asesora ni consejera. Su función es acompañar con presencia, claridad y estructura, facilitando procesos de autoconocimiento, toma de decisiones y acción transformadora.

El Coaching Femenino parte de la premisa de que cada mujer posee dentro de sí los recursos para avanzar hacia sus objetivos. La labor de la Coach consiste en generar un espacio seguro donde esa potencia pueda desplegarse mediante herramientas específicas, escucha activa y preguntas significativas.

Compromisos éticos fundamentales

El Coaching Femenino se sustenta en una ética profesional comprometida con los derechos, la autonomía y la dignidad de las mujeres. Esta perspectiva reconoce las condiciones particulares que han atravesado históricamente las mujeres y promueve un acompañamiento centrado en la validación de su experiencia, historia y ciclo vital. Desde esta mirada, la sororidad, el respeto absoluto por su ser y la equidad no son valores abstractos, sino principios éticos que guían cada interacción profesional.

Toda Coach Femenino acreditada por la ACF se compromete a:

  • Actuar en coherencia con el Código de Ética en todos los entornos en los que ejerza.
  • Incorporar y sostener las 11 competencias profesionales establecidas por la ACF.
  • Promover procesos de empoderamiento, crecimiento personal y autonomía.
  • Ejercer con claridad, transparencia y honestidad en sus comunicaciones, propuestas y servicios.
  • Reconocer los límites de su rol y derivar cuando el proceso lo requiera.
  • Brindar información precisa, sin ofrecer garantías, ni promesas irreales o declaraciones engañosas.
  • Respetar y proteger la confidencialidad de toda información compartida en el proceso de coaching.

En la conducta profesional la Coach Femenino deberá:

  • Abstenerse de discriminar por edad, género, orientación sexual, identidad, etnia, origen nacional, cultura, religión, capacidades o condición socioeconómica.
  • Mantener altos estándares profesionales y formarse de manera continua.
  • Garantizar que sus comunicaciones sean veraces, claras y éticamente responsables.
  • Especificar desde el inicio los términos del servicio, incluyendo tarifas, duración, condiciones y acuerdos financieros.
  • Mantener una imagen personal, lenguaje y comportamiento congruentes con el rol profesional.
  • Reconocer y respetar la propiedad intelectual de otras profesionales, instituciones o autoras.
  • Respetar los acuerdos formales establecidos con la Coachee, ya sea en formato verbal o escrito.
  • Contribuir al reconocimiento y dignificación del Coaching Femenino en la sociedad.

Responsabilidades en la relación de coaching

Todo proceso de Coaching Femenino debe comenzar con un acuerdo profesional claro y ético. Este documento, firmado por ambas partes, delimita el marco del proceso, los objetivos, la duración estimada, los honorarios y el compromiso de confidencialidad. Este contrato ético no solo formaliza la relación, sino que también establece los límites saludables que protegerán a ambas partes a lo largo del proceso.

La relación de coaching se fundamenta en la co-creación del proceso. La Coach Femenino acompaña desde un lugar horizontal, donde ambas partes acuerdan los temas, el ritmo, los objetivos y la dirección del acompañamiento. Esta co-creación fortalece el compromiso, la responsabilidad compartida y el empoderamiento progresivo de la coachee.

La Coach Femenino se mantiene abierta a revisar y actualizar los acuerdos de trabajo cuando sea necesario, reconociendo que las circunstancias de vida pueden cambiar. Esta flexibilidad ética permite adaptar el proceso a nuevas necesidades, sin perder la coherencia ni la profesionalidad.

La práctica ética incluye el consentimiento informado en cada etapa. La coachee tiene derecho a decidir qué aspectos desea explorar, hasta qué profundidad, y en qué momento. La Coach Femenino acompaña sin imponer, respetando la autonomía, los ritmos y las decisiones de la mujer que acompaña.

En caso de establecer comunicación entre sesiones —por mensaje, correo o llamada—, se recomienda delimitar este aspecto dentro del acuerdo profesional. Esto incluye definir horarios, temas permitidos y límites del acompañamiento fuera de las sesiones, a fin de evitar confusiones, dependencias o invasión del espacio personal.

En cuanto al intercambio de observaciones dentro de las sesiones, la entrega de devoluciones por parte de la Coach Femenino debe enmarcarse en una ética del cuidado. El feedback ofrecido en un proceso de Coaching Femenino no busca corregir ni juzgar, sino abrir caminos de autoconocimiento y reflexión. Se entrega con respeto, desde la escucha activa y con foco en el crecimiento de la coachee. Se evita cualquier interpretación invasiva, evaluación de carácter o juicio sobre la persona. La retroalimentación se centra en los comportamientos, emociones o creencias que emergen en el proceso, respetando siempre la dignidad y autonomía de quien recibe.

El cierre del proceso de coaching es también una responsabilidad ética. La Coach Femenino facilita un cierre consciente, donde se honran los avances, se integran los aprendizajes y se reconoce la transformación vivida. Esta etapa no busca generar dependencia, sino afirmar la capacidad de la coachee para continuar su camino con nuevos recursos internos. Un cierre respetuoso deja una huella positiva y fortalece el vínculo de confianza construido.

Durante el proceso de Coaching Femenino, la profesional debe:

  • Establecer un acuerdo de trabajo claro, delimitando objetivos, límites y reglas del proceso.
  • Mantener una actitud de escucha activa, apertura mental y presencia plena en cada sesión.
  • Estimular el autodescubrimiento a través de preguntas que inviten a la reflexión, sin imponer respuestas ni soluciones.
  • Liberarse de juicios, etiquetas o interpretaciones sobre la experiencia personal de la Coachee.
  • Reconocer que su rol no es “arreglar”, sino facilitar que la otra persona acceda a su propio potencial.
  • Respetar el ritmo, estilo de aprendizaje y formas de ser de cada mujer.
  • Confiar en que la Coachee es creativa, íntegra y capaz de encontrar sus propias respuestas.
  • Asegurar que la confianza, el consentimiento y el respeto mutuo estén siempre presentes.
  • Afirmar el carácter completo, digno y autónomo de cada mujer acompañada.

Ejercicio ético sostenido

Ejercer como Coach Femenino implica una responsabilidad ética permanente. Acompañar a otras mujeres en sus procesos personales y profesionales requiere integridad, claridad, compromiso con la excelencia y una profunda conciencia del impacto que puede generar el vínculo profesional. Esta práctica exige preparación constante, límites saludables, y una postura ética basada en la justicia, la sororidad y el respeto profundo por la diversidad de experiencias femeninas.

Acuerdo de confidencialidad en el proceso de coaching femenino ACF

La confidencialidad constituye un principio ético innegociable en toda relación de coaching. En el contexto del Coaching Femenino, este principio adquiere especial relevancia, al reconocer la necesidad de crear un espacio seguro, respetuoso y libre de juicios, donde cada mujer pueda explorar aspectos profundos de su vida personal, emocional, profesional o espiritual con la garantía de que su intimidad será resguardada con rigor y profesionalismo.

Esta práctica se fundamenta en principios éticos universales del acompañamiento profesional, tales como la autonomía, la dignidad, la privacidad y el consentimiento informado. Estos valores son esenciales para garantizar una relación de confianza, respeto mutuo y cuidado integral dentro del proceso de Coaching Femenino.

Este acuerdo de confidencialidad se establece de forma previa al inicio del proceso de acompañamiento y debe quedar explícito dentro del contrato profesional de coaching, resguardando tanto los derechos de la Coachee como las responsabilidades éticas de la profesional. La claridad en las expectativas contractuales es esencial para construir una relación de confianza sólida y establecer una alianza de trabajo efectiva entre la Coach y la Coachee.

La relación de coaching se fundamenta en el respeto mutuo, la sororidad profesional, la ética del cuidado y el reconocimiento de la experiencia vivida de cada mujer. Esto implica no solo preservar la confidencialidad de la información, sino también mantener un compromiso activo con la escucha sin juicio, el trato digno y la validación de la subjetividad femenina.

En ningún caso la información compartida en las sesiones será utilizada con fines personales, comerciales, académicos o promocionales sin autorización expresa de la Coachee. La Coach Femenino está obligada a preservar la integridad del proceso, incluso una vez finalizada la relación profesional.

Cuando por razones legales, éticas o de riesgo inminente (como en casos de violencia, abuso, autolesiones, amenazas a la integridad física o situaciones que comprometan gravemente la seguridad de la Coachee o de terceros) fuera necesario compartir determinada información confidencial, la Coach tiene la responsabilidad de actuar con transparencia, cuidado y respeto.

En estos casos excepcionales, la Coach deberá comunicarlo previamente a la Coachee, explicando de manera clara, accesible y empática el motivo que justifica dicha decisión, así como el alcance de la información que será compartida, con quién y con qué propósito. Esta comunicación debe realizarse en un entorno de contención y con respeto por la autonomía de la Coachee, procurando que la acción responda al principio del menor daño posible.

Este tipo de intervenciones debe realizarse únicamente cuando exista una obligación legal, una exigencia ética mayor o una amenaza real y concreta, siguiendo criterios de proporcionalidad, confidencialidad limitada y resguardo ético del vínculo profesional. Siempre que sea posible, se buscará la colaboración activa de la Coachee para manejar la situación de forma conjunta y empoderada.

La Coach Femenino acreditada por ACF declara su compromiso formal de:

  • Respetar la confidencialidad de toda información compartida por la Coachee.
  • No divulgar dicha información sin consentimiento escrito
  • Actuar conforme a los principios éticos del coaching profesional con enfoque de género.
  • Garantizar la integridad, privacidad y autonomía de las mujeres que acompaña.
  • Registrar, archivar y gestionar cualquier dato o documento con estricta reserva.

Este acuerdo ético no solo protege a la persona que recibe el proceso, sino que consolida la credibilidad, integridad y profesionalismo de toda la práctica del Coaching Femenino.

Ética y límites profesionales en el coaching femenino

La práctica del Coaching Femenino requiere sostener una postura ética firme, consciente y respetuosa del proceso único de cada mujer. Acompañar desde esta perspectiva implica más que aplicar técnicas: es sostener una presencia ética que honre la dignidad, la autonomía y la capacidad de transformación de cada coachee. Este acompañamiento se enmarca en una relación basada en la confianza, la no directividad, el respeto radical y la validación de la experiencia vital de las mujeres.

Desde este enfoque, el vínculo entre la Coach Femenino y la coachee se configura como un espacio de seguridad emocional y crecimiento intencionado, en el que cada mujer es reconocida como protagonista activa de su proceso. La coach actúa como facilitadora, no como guía autoritaria, y evita ejercer cualquier forma de poder que limite la libertad interior de la otra. Esta ética del acompañamiento no solo protege la integridad del proceso, sino que dignifica la práctica profesional.

Delimitación ética del rol profesional

Una práctica ética del Coaching Femenino implica comprender con claridad los límites del acompañamiento. Esta disciplina no sustituye la terapia psicológica, psiquiátrica, legal, médica ni cualquier otra forma de intervención especializada. Su campo de acción se orienta al desarrollo personal, la construcción de objetivos, la toma de decisiones conscientes y el fortalecimiento del poder interior de las mujeres.

Cuando las necesidades de la coachee exceden este marco, la Coach Femenino tiene la responsabilidad de actuar con discernimiento y derivar de manera oportuna. Esta acción no debilita su rol: lo fortalece, lo dignifica y protege el bienestar de ambas partes.

Específicamente, el coaching no reemplaza la terapia psicológica o psiquiátrica. Si una coachee presenta síntomas como depresión, ansiedad severa, trastornos de la personalidad, traumas no resueltos o dependencia emocional, es indispensable derivarla a un profesional de la salud mental. La ética exige reconocer que cada proceso tiene su espacio, sus herramientas y su tiempo, y que acompañar con integridad incluye saber cuándo no continuar.

Del mismo modo, el Coaching Femenino no está diseñado para intervenir en el procesamiento terapéutico del pasado traumático. Cuando una coachee necesita explorar heridas profundas, resignificar eventos dolorosos o resolver emociones no elaboradas, se recomienda que lo haga en un contexto clínico o psicoterapéutico adecuado.

Por otro lado, si la coachee atraviesa situaciones como violencia de género, abuso, procesos judiciales, adicciones o condiciones médicas graves, también corresponde activar redes de atención especializadas. La función de la Coach no es dar consejos ni inducir decisiones, sino sostener una presencia ética y confiada que respete el proceso de cada mujer y apoye su autonomía.

Señales de alerta para una derivación ética

Una parte esencial del ejercicio ético en el coaching femenino es la capacidad de la Coach para reconocer cuándo una situación excede los límites del acompañamiento profesional. Identificar señales de alerta no solo protege a la coachee, sino que también honra la integridad del proceso, evitando intervenciones que podrían resultar inadecuadas o incluso dañinas.

Algunas señales frecuentes que indican la necesidad de una derivación incluyen crisis emocionales intensas, persistentes o recurrentes que impiden a la coachee sostener un funcionamiento emocional básico; dificultades severas para tomar decisiones cotidianas o mantener su autonomía; conductas de riesgo como autolesiones, desregulación extrema o pensamientos suicidas; y situaciones de violencia activa, abuso actual o condiciones de desprotección que comprometen su seguridad.

También deben considerarse como señales de alerta aquellas dinámicas que afectan el marco relacional del coaching, como expectativas desproporcionadas hacia la coach, pedidos insistentes de consejo directo, dependencia emocional o delegación total del proceso. Estas actitudes pueden manifestar una necesidad de contención terapéutica o vincular más profunda, que el coaching no está preparado para sostener.

Ante cualquiera de estas señales, la respuesta ética no es continuar el proceso por compromiso, inseguridad o empatía mal entendida. Por el contrario, actuar con responsabilidad implica reconocer con claridad los límites, comunicar esta evaluación a la coachee de manera cuidadosa y accesible, y —si ella lo permite— facilitar una transición amorosa hacia una red de apoyo más adecuada. La derivación no representa una renuncia ni un rechazo, sino un acto consciente de cuidado, integridad y respeto por la vida, la historia y la dignidad de la mujer acompañada.

Principios éticos fundamentales

  1. Confidencialidad estricta y protegida.
    Todo lo compartido por la Coachee durante el proceso de coaching será resguardado con total discreción. La confidencialidad es un derecho inalienable, salvo en casos excepcionales donde existan riesgos inminentes para la integridad de la Coachee o de terceros, o cuando medien obligaciones legales. En tales casos, la información será gestionada con sensibilidad, transparencia y respeto, comunicando previamente la necesidad de su divulgación parcial.
  2. Respeto a la autonomía y soberanía personal.
    La Coach no dirige, impone ni sugiere caminos personales. Acompaña desde una escucha activa, empática y sin juicio, reconociendo que cada mujer posee recursos internos valiosos para tomar sus propias decisiones. Se promueve la reflexión y la acción consciente, sin ejercer poder sobre los procesos ajenos.
  3. Neutralidad ética y ausencia de juicios valorativos.
    Toda forma de discriminación, invalidación o moralización queda fuera del encuadre del Coaching Femenino. La práctica se basa en una ética del cuidado, el reconocimiento de la diversidad y la aceptación incondicional, entendiendo que el respeto por la diferencia es un acto de justicia relacional.
  4. Transparencia, claridad de roles y comunicación honesta.
    La Coach debe actuar con integridad, delimitando desde el inicio las condiciones, objetivos y alcances del proceso. Es su deber informar con claridad sus competencias, limitaciones y metodología, evitando cualquier forma de ambigüedad o promesa que pueda generar falsas expectativas.
  5. Derivación oportuna y ética ante situaciones fuera del alcance del coaching.
    Cuando surgen problemáticas que exceden el marco del coaching —como situaciones clínicas, legales, sociales o de riesgo personal—, la Coach Femenino reconoce sus límites y realiza una derivación responsable a profesionales competentes en cada área. Esta decisión responde al principio de no daño y al compromiso con el bienestar integral de la Coachee.

Compromiso con el autocuidado y la supervisión ética de la Coach Femenino

La práctica ética del Coaching Femenino requiere que la profesional mantenga un compromiso activo con su bienestar integral, tanto físico como emocional. El autocuidado no es un aspecto accesorio, sino una condición fundamental para acompañar con presencia, claridad y respeto.

  • Dado que la labor de acompañamiento en el Coaching Femenino implica una implicación significativa a nivel personal, emocional y energético, corresponde a la Coach Femenino sostener su rol con responsabilidad ética mediante:
  • Preservar sus propios límites personales y profesionales, priorizando el autocuidado como una expresión de ética hacia sí misma y hacia sus coachees.
  • Reconocer con honestidad los signos de desgaste, fatiga emocional o desbordamiento, actuando preventivamente para no comprometer la calidad del acompañamiento.
  • Participar en espacios de supervisión profesional, entendidos como prácticas de autorreflexión guiada que le permiten revisar casos (sin vulnerar la identidad de las coachees), prevenir sesgos personales y fortalecer su crecimiento profesional desde una mirada externa ética.
  • Sostener redes de contención entre colegas, que favorezcan el intercambio respetuoso, la validación profesional y el abordaje conjunto de desafíos en la práctica.
  • Cultivar prácticas regenerativas, introspectivas o espirituales, que le permitan habitar su rol con presencia, equilibrio y autenticidad, promoviendo una intervención saludable y sostenida en el tiempo.

Este compromiso con su propio bienestar no solo fortalece su práctica, sino que modela un ejemplo congruente de autocuidado, autonomía y responsabilidad frente a las mujeres que acompaña.

Compromiso ético en el ejercicio del coaching femenino

El Coaching Femenino, como práctica profesional orientada al acompañamiento transformador de mujeres, requiere un compromiso ético profundo, consciente y alineado con los valores que sustentan su propósito: la autonomía, el empoderamiento, la dignidad, el cuidado mutuo y la transformación individual y colectiva.

Actuar éticamente no se limita al cumplimiento de normas, sino que implica sostener una actitud reflexiva, íntegra y respetuosa que honre la singularidad de cada proceso. El código de ética que guía esta práctica se concibe como una herramienta viva que orienta la acción profesional desde una ética feminista del cuidado, la responsabilidad y la justicia relacional.

Este marco ético se estructura sobre principios fundamentales, entre los cuales destacan:

  • Confidencialidad estricta y respeto por la intimidad. La confianza se construye en un espacio seguro, donde todo lo compartido se resguarda con integridad y discreción.
  • Autonomía y autodeterminación. Cada mujer es reconocida como protagonista de su vida y de su proceso; la Coach no dirige, impone ni interpreta desde una autoridad superior.
  • Escucha sin juicio y mirada empática. Se acoge la diversidad de experiencias, decisiones y trayectorias con respeto genuino y sin preconceptos.
  • Transparencia y coherencia profesional. La comunicación clara sobre los alcances del acompañamiento, los límites del rol y las expectativas del proceso son condiciones esenciales del vínculo ético.
  • Derivación oportuna y trabajo interdisciplinario. Cuando una situación excede el marco del coaching, se realiza una derivación responsable hacia profesionales especializados, priorizando el bienestar integral de la Coachee.
  • Prevención del daño. Toda intervención debe orientarse al cuidado y a la protección emocional, psicosocial y ética de la mujer acompañada, evitando cualquier forma de manipulación, exposición indebida o vulneración de límites.
  • Relaciones éticas en todos los niveles. El compromiso ético se extiende a los vínculos con las Coachees, colegas, instituciones y comunidades, promoviendo el respeto, la sororidad y el ejercicio responsable de la profesión.

Este enfoque ético reconoce que el desarrollo profesional exige un trabajo constante sobre la propia práctica. Por ello, se alienta la revisión crítica, la supervisión entre pares, la formación continua y la autorregulación como elementos clave para garantizar procesos cada vez más cuidadosos, transformadores y coherentes con los valores que el Coaching Femenino representa.

El marco ético no solo regula la práctica profesional, sino que protege tanto a la Coachee como a la Coach Femenino. Reconocer los límites del acompañamiento no debilita la práctica, la fortalece. Saber cuándo detenerse, derivar o reformular el proceso es una muestra de integridad, y permite cuidar la calidad del vínculo y el bienestar de ambas partes.

La Coach Femenino debe estar capacitada para identificar señales que indiquen que el proceso ha alcanzado un límite que excede el marco del coaching. Algunos indicadores pueden incluir: crisis emocionales agudas, manifestaciones de violencia, señales de trauma no resuelto, dependencia emocional o demandas que involucren diagnósticos clínicos. En estos casos, se derivará a profesionales adecuadas, priorizando siempre el bienestar integral de la Coachee.

Compromiso ético como base de nuestra práctica profesional

Invitamos a cada Coach Femenino —en formación o en ejercicio profesional— a estudiar con profundidad el Código de Ética que orienta esta práctica, a interiorizar su sentido transformador y a sostenerlo en cada decisión, vínculo y proceso que acompañe.

Adherir a este código no se limita al cumplimiento de normas externas; implica una elección consciente de habitar el rol profesional desde una ética viva, comprometida y reflexiva. Supone asumir con responsabilidad el lugar que ocupamos: facilitadoras de procesos respetuosos, guías éticas y aliadas en la construcción del bienestar personal y colectivo de las mujeres.

Honrar este compromiso ético fortalece la legitimidad del Coaching Femenino, consolida la confianza en nuestra labor y sostiene redes de colaboración sororal entre profesionales que comparten una misma visión de transformación social.

Actuar con ética es ejercer desde la integridad, el respeto, la humildad y el cuidado consciente de cada mujer que nos confía parte de su historia y de su proceso de vida.

Un compromiso que nos une en la ACF

El Código de Ética del Coaching Femenino no es solo un marco normativo, sino una declaración de principios que da sentido, profundidad y legitimidad a nuestra práctica profesional. Representa el compromiso consciente de acompañar a otras mujeres con integridad, respeto y responsabilidad, sosteniendo vínculos de confianza basados en la escucha, la sororidad y el cuidado mutuo.

Como Coaches Femenino, elegimos actuar desde una ética viva, que se refleja no solo en nuestras decisiones, sino en la manera en que nos relacionamos, sostenemos procesos y construimos comunidad. Este código nos recuerda que ejercer con ética es ejercer con coherencia, con respeto por los límites, y con la convicción de que cada mujer merece ser acompañada desde su autonomía, su dignidad y su verdad.

Al adherir a este compromiso, honramos no solo a nuestra profesión, sino también a cada mujer que confía en nosotras para caminar su proceso de crecimiento, sanación y empoderamiento.