Guía
Guía de Buenas Prácticas – Asociación de Coaching Femenino ACF
Lineamientos para una práctica consciente del coaching femenino
La presente Guía de Buenas Prácticas en la Aplicación del Coaching Femenino ha sido elaborada como un recurso ético, formativo y práctico para todas las profesionales que ejercen esta disciplina transformadora desde la Asociación de Coaching Femenino ACF. Su propósito es ofrecer orientaciones claras y reflexivas que acompañen la puesta en acción de los principios, valores y competencias del Coaching Femenino, garantizando procesos de acompañamiento respetuosos, humanos y efectivos.
Más allá de los fundamentos teóricos y filosóficos, esta guía invita a una aplicación consciente, situada y coherente de la práctica profesional, promoviendo una ética del cuidado, la autonomía, la sororidad y la dignidad de cada mujer. Cada práctica aquí propuesta se inspira en una mirada integradora del desarrollo humano y en la profunda responsabilidad que implica acompañar a otra mujer en su camino de crecimiento personal.
Estas buenas prácticas no constituyen un protocolo rígido, sino una orientación viva que alienta a sostener procesos de coaching femenino seguros, transformadores y éticamente alineados. Cada paso es una invitación a ejercer con presencia, empatía, compromiso y sensibilidad, fortaleciendo así la integridad del rol profesional y el impacto positivo en la vida de las mujeres.
1. Preparación de la Coach Femenino antes de cada proceso
Antes de iniciar cualquier proceso de acompañamiento, es esencial que la Coach Femenino realice una preparación interna que le permita sostener el espacio con presencia, integridad y respeto profundo por la mujer que va a acompañar. Esta preparación no solo es técnica, sino también ética, emocional y relacional. Contempla las siguientes dimensiones:
- Autoobservación emocional, diálogo interno, lenguaje verbal y corporal. La coach debe tomarse un momento para revisar cómo se encuentra emocionalmente antes de cada sesión. Explorar el tono del propio diálogo interno, identificar posibles tensiones físicas o mentales, y observar la coherencia entre lo que se siente, se piensa, se dice y se muestra. Esta autoexploración permite llegar al espacio de acompañamiento con mayor autenticidad, disponibilidad y apertura genuina.
- Claridad sobre la intención del acompañamiento. Es importante que la coach recuerde que su rol no es guiar, dirigir ni resolver, sino acompañar. La intención debe centrarse en facilitar el proceso de la otra mujer, reconociendo que ella es la protagonista de su camino. Esto implica dejar de lado expectativas personales y sostener una presencia centrada en el bienestar, las necesidades y los tiempos de la coachee, con humildad y respeto por su autonomía.
- Alineación con los principios y valores de la ACF. Antes de cada proceso, se recomienda que la Coach Femenino revise los fundamentos que guían su práctica: la identidad ACF, los Principios ACF, el Código de Ética ACF, las Buenas Prácticas ACF, las Competencias ACF, los Valores ACF, el Decálogo ACF, etc. Estos documentos no son meras declaraciones institucionales, sino brújulas vivas que recuerdan el sentido profundo de este rol: acompañar con ética, cuidado, compromiso y sororidad.
- Identificación de sesgos personales o prejuicios previos. La coach debe estar atenta a cualquier juicio inconsciente, estereotipo, creencia o expectativa que pudiera interferir en la relación de coaching. Reconocer estos elementos no implica anularlos, sino darles lugar desde la conciencia, para no proyectarlos sobre la experiencia de la otra. El coaching femenino requiere una mirada limpia, abierta, compasiva y profundamente humana.
2. Construcción del vínculo con la coachee.
La calidad del vínculo es el corazón del proceso de coaching femenino. No se trata solo de establecer una relación profesional, sino de crear un espacio emocionalmente seguro donde la otra pueda expresarse, explorarse y transformarse desde la confianza y la autenticidad.
Las buenas prácticas para construir y sostener este vínculo son:
- Crear un espacio seguro desde el primer encuentro. Desde la bienvenida, la escucha, la calidez y la disposición corporal, la coach transmite que ese es un espacio libre de juicio, confidencial y cuidado.
- Practicar una escucha activa, empática y sororal. Escuchar con todos los sentidos, sin interrumpir, sin anticipar, sin corregir. Escuchar para comprender, no para responder. Validar las emociones sin minimizar ni exagerar.
- Establecer acuerdos claros y co-creados. Dialogar sobre los objetivos, límites, roles, frecuencia y forma de trabajo. Un contrato emocional claro brinda estructura y confianza.
- Evitar cualquier tipo de imposición, directividad o consejo no solicitado. En el coaching femenino acompañamos, no dirigimos. Confiamos en el poder interno de cada mujer para encontrar sus respuestas y caminos.
- Respetar los silencios, los ritmos y los momentos emocionales. El acompañamiento se adapta al proceso de la coachee, no a la expectativa de resultados. La presencia compasiva es más transformadora que cualquier técnica.
3. Conducción ética y consciente de la sesión.
La sesión de Coaching Femenino no es un espacio técnico ni mecánico, sino una experiencia viva, respetuosa y transformadora. La coach tiene la responsabilidad de conducir cada sesión con presencia, claridad, límites y ética, sosteniendo tanto el proceso como el cuidado emocional de la coachee.
Buenas prácticas para una conducción ética y consciente:
- Llegar a la sesión con presencia plena y energía disponible. El estado interno de la coach influye directamente en la calidad del acompañamiento. Se recomienda realizar prácticas breves de conexión personal antes de cada encuentro.
- Sostener el encuadre y la estructura sin rigidez. Acordar el tiempo, el foco y los objetivos de la sesión, permitiendo flexibilidad cuando sea necesario, pero sin perder el marco del proceso.
- Aplicar herramientas y recursos de manera pertinente y ética. Toda técnica debe estar al servicio de la coachee, no del lucimiento de la coach. Se prioriza la sencillez, la adecuación al momento y el consentimiento informado antes de aplicar dinámicas, ejercicios o recursos simbólicos.
- Evitar diagnósticos, etiquetas o interpretaciones no solicitadas. El rol de la coach no es emitir juicios, sino facilitar el descubrimiento interno. Se promueve una actitud de curiosidad respetuosa, más que de análisis o conclusión.
- Cuidar el lenguaje: verbal, no verbal y emocional. Se debe evitar el uso de frases como “deberías”, “tienes que” o “lo correcto es”. En su lugar, se privilegia el lenguaje abierto, validante y exploratorio.
- Cerrar la sesión con contención y sentido. Todo cierre debe incluir una síntesis, una devolución respetuosa, una pregunta integradora o una práctica sugerida, cuidando el estado emocional con el que la coachee se retira.
4. Reflexión y mejora continua de la práctica.
El coaching femenino es una práctica viva que requiere revisión constante, humildad y disposición para aprender. Ser coach implica también ser aprendiz permanente de una misma, del vínculo, de las mujeres que acompañamos y del contexto cambiante en el que habitamos.
Buenas prácticas para sostener la mejora continua:
- Practicar la autoevaluación y la autocrítica constructiva. Después de cada sesión, se recomienda realizar una breve revisión personal sobre lo que funcionó, lo que podría mejorarse y qué aprendizajes emergieron. Esta práctica fortalece la conciencia profesional y evita automatismos.
- Recibir retroalimentación de manera abierta y sin defensa. Escuchar a las coachees, colegas o mentoras con actitud receptiva permite crecer, afinar la práctica y fortalecer la relación de confianza.
- Participar en espacios de supervisión, co-visión y formación continua. Ser parte de una comunidad profesional nutre la práctica con nuevas perspectivas, apoyo ético y actualización constante.
- Revisar creencias, sesgos y supuestos propios. Reflexionar sobre las ideas personales acerca del poder, el cuerpo, el amor, la maternidad, el éxito, el género, entre otros temas, es esencial para evitar proyecciones e intervenciones condicionadas.
- Cuidar el propio bienestar para sostener la práctica con integridad. La mejora profesional está directamente relacionada con el autocuidado. Una coach agotada o desconectada de sí misma difícilmente podrá acompañar con calidad y presencia.
Mantener una actitud ética frente al error o la dificultad. Reconocer con honestidad cuando algo no funcionó como se esperaba, ofrecer disculpas si es necesario y reparar con respeto son señales de madurez profesional.
5. Cierre respetuoso y ético del proceso de coaching.
Finalizar un proceso de Coaching Femenino no es solo dar por terminadas las sesiones, sino acompañar con conciencia el cierre de un vínculo que ha sido transformador. El cierre también es una etapa del proceso, y como tal, merece atención, respeto y una intención clara de cuidado mutuo.
Buenas prácticas para un cierre saludable:
- Honrar el camino recorrido. Dedicar una sesión al cierre permite reconocer los avances, aprendizajes, desafíos superados y nuevas preguntas que emergen. Es una forma de dignificar el proceso vivido por la coachee y su compromiso consigo misma.
- Establecer desde el inicio las condiciones de finalización. Es recomendable que, en el acuerdo inicial o contrato de coaching, se especifiquen las condiciones bajo las cuales se dará por finalizado el proceso (por cumplimiento de objetivos, decisión voluntaria, tiempos, etc.).
- Evitar prolongar innecesariamente el acompañamiento. El coaching no debe crear dependencia. Una buena práctica es ayudar a que la coachee se empodere para tomar decisiones y continuar su camino con autonomía, sin generar vínculos de necesidad.
- Abrirse a la retroalimentación final. Invitar a la coachee a compartir cómo vivió el proceso, qué le aportó y qué sugerencias tiene, es un gesto de respeto y una fuente valiosa para la mejora profesional.
- Cerrar con gratitud y sin juicios. Agradecer el espacio compartido, respetar el ritmo de la coachee y dejar la puerta abierta para futuros encuentros, sin condicionar ni generar presión para continuar.
- Documentar el cierre. Registrar internamente (en la bitácora o expediente profesional) las razones del cierre, los logros alcanzados y reflexiones personales como coach permite tener trazabilidad y aprendizaje para futuras prácticas.
6. Coherencia profesional y vida personal.
La práctica del Coaching Femenino no se limita al espacio de sesiones: también invita a reflexionar sobre la forma en que habitamos el mundo. Cultivar coherencia entre lo que se promueve profesionalmente y lo que se vive en el plano personal fortalece la autenticidad, la ética, la credibilidad y la confianza en la práctica profesional. Se sugiere reservar espacios de reflexión personal para cultivar coherencia, integrar los valores que se promueven, reconocer los propios procesos como fuente de aprendizaje y sostener una actitud honesta y comprometida con el crecimiento continuo.
Buenas prácticas para cultivar esta coherencia:
- Vivir en congruencia con los valores promovidos. La coach que habla de autocuidado, amor propio y empoderamiento debe también buscar integrarlos en su vida cotidiana, sabiendo que no se trata de perfección, sino de compromiso y honestidad consigo misma.
- Reconocer las propias vulnerabilidades. Ser profesional no implica estar siempre resuelta. La coach que se atreve a mirar sus propios desafíos con humildad y apertura podrá acompañar con mayor profundidad y empatía los procesos de otras mujeres.
- Cuidar los límites del rol. No trasladar conflictos personales al espacio de coaching ni utilizar a las coachees como fuente de validación o compensación emocional. La ética del acompañamiento empieza por el autocuidado emocional y relacional de la coach.
- Ser referente de bienestar y respeto. La coach no es ejemplo por perfección, sino por su compromiso con una vida reflexiva, responsable y alineada a lo que enseña y facilita. Esto incluye cómo se comunica, se vincula y se posiciona en la vida social y digital.
- Tomar pausas y supervisión cuando sea necesario. Cuando la vida personal atraviesa momentos de crisis, duelos o agotamiento, es recomendable detener o espaciar los procesos que se acompañan. También es buena práctica buscar espacios de contención profesional (supervisión o intervisión).
7. Supervisión profesional y formación continua.
El ejercicio ético y responsable del Coaching Femenino implica un compromiso sostenido con el aprendizaje, la autorreflexión y la mejora continua. La supervisión profesional y la formación constante son pilares fundamentales para fortalecer la práctica, ampliar la mirada y asegurar un acompañamiento consciente y respetuoso.
Buenas prácticas recomendadas:
- Participar en procesos de supervisión profesional. Espacios formales donde la coach puede revisar sus intervenciones, detectar puntos ciegos, recibir retroalimentación y fortalecer la calidad ética y técnica de su acompañamiento. La supervisión es un acto de responsabilidad que contribuye al crecimiento profesional y al cuidado de las personas acompañadas.
- Formación continua. El Coaching Femenino, como disciplina viva, requiere actualización permanente. Ampliar recursos, integrar nuevos marcos teóricos, profundizar en metodologías (ontológicas, narrativas, emocionales, etc.) y mantener la curiosidad activa son prácticas que favorecen la excelencia profesional.
- Reflexión crítica sobre la propia práctica. Revisar periódicamente los valores que guían el acompañamiento, cuestionar automatismos, y estar abiertas a nuevas perspectivas permite sostener una práctica más consciente, ética y centrada en el bienestar de las mujeres.
8. Acompañar desde la ética sororal.
El coaching femenino propone una manera de acompañar basada en la sororidad, entendida como una ética del cuidado mutuo, el respeto profundo y la construcción de vínculos desde la igualdad, no desde la jerarquía. Acompañar a otra mujer desde este enfoque implica reconocerla como legítima, capaz y soberana de su propio proceso.
Buenas prácticas recomendadas:
- Establecer relaciones horizontales y colaborativas. La coach no se posiciona como guía que enseña, sino como una presencia consciente que camina junto a la otra, sin imponer, dirigir ni tutelar.
- Validar la voz, la historia y los ritmos de la coachee. Acompañar desde la ética sororal es honrar la narrativa de cada mujer, sin comparaciones, juicios ni expectativas impuestas. Cada proceso es único.
- Evitar prácticas de superioridad o salvación. La coach no rescata ni salva a la otra. Confía en su poder, en su capacidad de agencia y en su potencial para transformarse desde sí misma.
- Cuidar el espacio emocional compartido. Crear entornos seguros donde la expresión emocional, el silencio, el cuerpo y las intuiciones sean respetadas como parte del proceso humano de transformación.
- Ejercer una escucha empática y libre de juicio. Escuchar con presencia plena, sin proyectar nuestras creencias, experiencias, juicios o críticas sobre el proceso de la otra mujer.
9. Ejercer con claridad de rol y límites profesionales.
El Coaching Femenino requiere conciencia clara sobre el rol que se ocupa y los límites éticos que lo sostienen. Este acompañamiento no reemplaza terapia, asesoría ni amistad: tiene un marco propio, con responsabilidades, tiempos y objetivos definidos.
Buenas prácticas recomendadas:
- Definir desde el inicio el marco de la relación. Clarificar con la coachee los alcances del proceso, las funciones de la coach, la confidencialidad, los tiempos, honorarios y formas de comunicación.
- Evitar relaciones duales o intervenciones fuera del rol. No asumir papeles de terapeuta, madre, amiga o salvadora. La claridad de rol protege la integridad del proceso y la autonomía de ambas partes.
- Cuidar la duración y los tiempos del proceso. Respetar los ciclos y objetivos definidos, evitando prolongaciones innecesarias o dependencia emocional. Cuando el proceso alcanza su cierre, facilitarlo con presencia, gratitud y claridad.
- Derivar cuando sea necesario. Reconocer cuándo el proceso excede el alcance del coaching y orientar hacia otras profesionales (psicólogas, médicas, trabajadoras sociales, etc.) cuando así se requiera.
- Sostener límites firmes con compasión. Poner límites no es rechazar, sino cuidar. Una coach femenino actúa con firmeza ética, pero sin perder el vínculo humano, respetuoso y sororal.
Ejercer el coaching femenino es un acto de responsabilidad ética y compromiso con el bienestar integral de las mujeres.
Ejercer el Coaching Femenino con conciencia, ética y claridad es un acto de compromiso con la vida de cada mujer que confía en nuestro acompañamiento. Esta guía nos recuerda que, más allá de técnicas o metodología, nuestra labor se sostiene en la presencia auténtica, en el respeto profundo por cada historia, y en la capacidad de sostener procesos desde una sororidad madura y profesional.
Un recordatorio de que cada sesión de coaching femenino es un acto de respeto, transformación y confianza mutua. Esta guía no es un recetario, sino un mapa ético que inspira a acompañar con integridad, sensibilidad y propósito.
Desde la ACF, alentamos a cada Coach Femenino® a integrar estas buenas prácticas como parte de su estilo de acompañar, convirtiéndolas en una brújula interna que fortalezca su labor cotidiana, eleve su impacto y honre el arte de acompañar con propósito y humanidad.
